• 630 010 540
  • info(arr@)mariademiel.es

Un año en la colmena

Una sociedad perfectamente organizada

Es un mes de descanso en la colmena. Las abejas para protegerse del frío forman un gran racimo dentro de la colmena; la reina se coloca en medio de todas sus hijas. Cuanto más frío hace, más se aprieta el racimo y más miel consumen, es su forma de mantener el calor. Las abejas que están en la periferia del racimo, al quedarse frías, se introducen más adentro para calentarse, y las del  centro las reemplazan. En las noches heladoras del mes de enero, el racimo de abejas tiene mucho movimiento, las abejas se quedan frías muy rápido, entonces el remplazo de abejas calientes por frías tiene que ser muy rápido, de lo contrario muchas abejas del exterior del racimo morirían de frío.

En las horas centrales del día cuando la temperatura se hace más agradable, las obreras limpiadoras dedican su trabajo a extraer de la colmena las abejas que han muerto de frío durante el invierno y si hay algunas plantas que empiezan a florecer las obreras comienzan a recolectar. La reina, con los días un poco más largos y el poco polen que meten algunas pecoreadoras, se decidirá a poner los primeros huevos del año. Las primeras larvas no son alimentadas por abejas nodrizas (jóvenes), ya que en la colmena hace meses, que no nace una sola abeja.

Las abejas, después de permanecer todo el invierno sin salir de la colmena comienzan los vuelos de purificación, que se incrementan día tras día al estar el tiempo más soleado y cálido. Las obreras limpiadoras continúan con el aseo de la colmena, ahora un poco más a fondo.

Si en el invierno entró algún ratón u otro insecto, tan grande, que no lo pudieran sacar las abejas por la piquera, o porque pesa demasiado. Las obreras embalsamadoras, se dedican a recubrir el cuerpo intruso de una capa de propóleos; de esta forma, construyen un gran sarcófago donde el intruso queda alojado durante muchos años. Esta envoltura de propóleos hace de contención y de conservante, ya que impide la putrefacción del cuerpo embalsamado.

Las primeras abejas empiezan a nacer, la colmena ya dispone de las abejas nodrizas necesarias, para  alimentar a las numerosas larvas que ya se encuentran en los paneles de cría.

Las abejas obreras que aguantaron el duro invierno, empiezan a morir,  acaban su vida muy lejos de la colmena. Cuando ven llegar sus últimos momentos, salen de la colmena y vuelan lejos hasta acabar sus fuerzas cayendo muertas. Nunca mueren dentro de la colmena, a no ser que sea por accidente o en los duros inviernos, por el frío.

La reina comienza a ponerse en forma, y si los aportes de néctar y polen son elevados, llega a poner 1000 huevos al día. Las larvas azuladas, con reflejos nacarados, acostadas sobre un lado, en el fondo de la celda llena de jalea, empiezan a llenar los panales. Abril,  suele ser un mes muy inestable, las reservas de miel pueden bajar rápidamente dentro de la colmena, causando una hambruna en el enjambre, que de no remediarse puede llevarles a la muerte.

En los meses en que la primavera “explota”, por tanto, la entrada de néctar y polen en la colmena es muy abundante. Los días y sobre todo, las noches, son más calurosas, las condiciones son óptimas para que la colonia llegue al máximo de su desarrollo. Los primeros zánganos empiezan a nacer y andan remolones por todos los panales. La reina ya está en plena forma y llega a poner más de 2000 huevos al día, pronto se quedará sin panales para aovar, la enjambrazón se está preparando. La colmena está al borde del aforo permitido.

Nacen miles de nodrizas que segregan jalea real en grandes cantidades y las abejas obreras, deciden construir las primeras celdas reales. La reina rápidamente depositará en ellas un huevo, que será inundado de jalea real tres días después, en menos de dos semanas las nuevas reinas nacerán.

La vieja reina, si todavía tiene fuerzas y es vigorosa, saldrá de la colmena acompañada de millares de abejas y zánganos; la procreación de la colonia se ha consumado, un nuevo enjambre ha nacido. Si la reina esta vieja y agotada, no tardará mucho en morir, sus propias hijas la sacrificarán por el bien de la colonia.

En este mes la colonia  llega a su máximo desarrollo de población, las colonias que han enjambrado, tendrán todo el verano para reponerse de la perdida de abejas y miel.

Las jóvenes reinas salen nerviosas de las celdas reales, como si adivinaran que un duelo a muerte es eminente. De todas las reinas nacidas, solo una puede quedar con vida, que será la reina suprema de toda la colmena. La primera selección la hacen las propias abejas obreras, las reinas que salen defectuosas o poco vigorosas son rápidamente eliminadas. Las mejores reinas entablan la lucha sobre los panales, solo la más fuerte y ágil conseguirá ganar los sucesivos duelos.

Una vez concluida la selección de reinas, la vencedora, se torna más tranquila y se dedica a extender sus feromonas por la colonia para controlar a las abejas obreras, que también están nerviosas después de perder su vieja reina. La nueva reina, después de 3 ó  4 días de descanso en el interior de la colmena, se decide a salir al aire libre, será la primera y última vez que sale de la colmena. Después de probar y desentumecer sus alas, en un día cálido y soleado inicia un  vuelo en hélice, al principio lentamente, después con giros cada vez mayores y más rápidos. Los zánganos vuelan a millares por encima de la colmenas, cubriendo un círculo de centenares de metros de diámetro. Cada año, en estos meses, denotan su presencia por un intenso zumbido, comparable al de un enjambre dispersado.

Las colonias dejan de criar con tanta intensidad, unas por no tener reina, las otras, ya llegaron al máximo de desarrollo y ahora se dedican a recoger miel y guardarla en las alzas melarias.

Con el calor el campo se va agostando y las abejas, intentan aprovechar las floraciones que aún quedan. Las colmenas que no enjambraron, cuentan con miles de abejas (de 60.000 a 100.000) pecoreadotas que invaden las flores en busca del preciado néctar, si el tiempo acompaña, recogerán una buena cosecha de miel.

Las colonias que enjambraron, se dedican a reponerse de la perdida de abejas y miel. La joven reina, ya fecundada,  comenzará su puesta. Un nuevo reinado se establece en la colmena, se extenderá a lo largo de varios años, siempre que no haya accidentes o la colonia decida procrear en la próxima primavera.

Los zánganos que aún quedan con vida, poco a poco son echados de las colonias, ya han cumplido su labor. Si los aportes de néctar son importantes son tolerados unas semanas más, por el contrario, si la penuria de alimento es eminente son sacrificados sin contemplaciones.

En estos días las temperaturas llegan a subir a los 40 grados o más, las colmenas necesitan refrigerarse para que los panales de cera no se fundan, una legión de abejas aguadoras trabajan recogiendo agua y depositándola sobre los panales. Sus compañeras, agitan las alas para evaporar las gotitas de agua depositadas, consiguiendo crear corrientes de aire fresco y húmedo que refrigeran la colmena.

Las tormentas de verano, el agua refresca las plantas y las provee de nueva fuerza. Las grandes floraciones de espliego y brezo son inminentes,  las abejas sacarán grandes cantidades de néctar que a los pocos días se transformará en miel. Si el tiempo acompaña con lluvias y buena temperatura la cosecha de miel será buena, por el contrario, si las lluvias no aparecen, las flores estarán agotadas y mustias; las abejas encontrarán los nectarios vacíos, volverán a la colmena agotadas y con el buche vacío.

La reina empezará de nuevo la puesta, dependiendo de las precipitaciones, será más o menos abundante. Hay que remplazar a las agotadas pecoreadoras que han trabajado hasta la extenuación durante todo el verano. Después de tanto trabajo, es raro que lleguen a vivir más de 30 ó 40 días.

El agua escasea en este mes, el calor y la nueva cría, hacen que las necesidades de agua en la colmena aumenten, numerosas obreras aguadoras trabajan incansables para saciar la sed de la colonia.

La vida en la colmena depende irremediablemente de las lluvias que hayan caído en agosto, si han sido escasas, la colmena  bajará la actividad, preparándose para la invernada. Si las lluvias han sido pródigas, las abejas todavía trabajaran incansablemente, la reina seguirá criando nueva prole, la colonia dispondrá de abejas muy jóvenes y de muchas reservas para pasar el invierno; el futuro de la colonia está asegurado.

La principal fuente de comida en este mes, son los mielatos, que recogen en las encinas; es producida por las abejas a partir de las secreciones dulces de áfidos: pulgones, cochinillas y otros insectos chupadores de savia, normalmente atacan a las bellotas de las encinas y alcornoques. Suele ser menos dulce, de color muy oscuro, se solidifica con dificultad y es la miel que más minerales contiene.

Es el mes donde se recoge casi toda la miel, los días todavía no son muy fríos y se trabaja muy bien con las abejas. El buen apicultor solo recogerá la miel que han producido de más, dejándolas una cantidad aceptable para que puedan pasar el largo invierno sin penuria.

Las noches ya son frías, además de muy largas. Las abejas ya solo pecorean en las horas centrales del día, pero muy pocas plantas continúan con flor. Hay que tener mucho cuidado con el pillaje en las colmenas, las abejas al no tener alimento en el campo, intentan saquear las colonias más débiles y a veces lo consiguen.

Es el mes por excelencia de recogida de propóleos, al no tener néctar a su disposición, las pecoreadoras se dedican a recolectar propóleo. Con él taparán todas las rendijas de la colmena, reducirán la piquera para impedir saqueos, y tapizarán como si de un barniz se tratara todo el interior de la misma.

La reina deja de poner huevos, los días ya son muy fríos y las abejas gastarían muchas reservas de miel en mantener la temperatura idónea (37 gr) en el nido de cría. Si los días son muy fríos, forman el racimo invernal, que no dejarán de mantener hasta el mes de marzo.

La colonia se encuentra en reposo total, para las abejas es sin lugar a dudas el período de más calma de todo el año. El racimo formado por miles de abejas, se contrae o se expande dependiendo de la temperatura exterior, cuando llegan días soleados en pleno invierno, las abejas aprovechan para comer la miel que está más lejos del racimo.

Las abejas más viejas y las que se quedan frías, en las noches heladoras del invierno, se desprenden del racimo y caen muertas en la base de la colmena. Son las únicas abejas que morirán dentro de la colmena, las que pueden volar siempre lo hacer lejos de la colonia. Cuando lleguen los primeros días cálidos, y  puedan salir de la colmena, las abejas limpiadoras se encargarán de sacarlas al exterior.

EnglishFrançaisDeutschItalianoPortuguêsEspañol
Contactar con María
1
Hola soy María de Miel y nuestras abejas y yo. Estamos muy contentas que estés aquí ¿En qué te podemos ayudar?